Mientras los Rockies de Colorado terminan con la celebración de su 30º aniversario, The Colorado Sun está examinando con profundidad la historia perdedora del equipo y si hay esperanza de que cambie. Esta serie de cuatro partes explica los desafíos y la posible transformación. Explora la serie completa.
Bob Gebhard estaba a semanas de ganar la Serie Mundial de 1991 con los Twinsl de Minnesota cuando se encontró en una oficina medio vacía en el centro de Denver. Había aceptado un trabajo como el primer gerente general de los Rockies de Colorado, un equipo de expansión todavía a un año de distancia de su primer lanzamiento. Ya podía ver las vallas en el futuro.
Gebhard se aferró a un maletín lleno de notas, con nombres de jugadores y entrenadores y candidatos para director técnico, cualquiera que pudiera ayudar a un naciente club beisbolero a despegar.
“Miré hacia abajo a mi escritorio alquilado y había dos clips. Eso es todo”, Gebhard dijo a principios de este verano. “Me dije a mí mismo: ‘¿Qué diablos hice?’ Acabo de dejar a una máquina bien aceitada y campeones mundiales y ahora no tengo nada”.
Gebhard fue el tercer empleado de los Rockies, contratado por hombres que más tarde irían a la cárcel por desfalco o enfrentarían bancarrotas o de alguna otra forma desaparecerían.
Sus instrucciones para él fueron claras: Crear un equipo con pocos recursos que pronto pueda superar a los Broncos en importancia en una ciudad loca por el fútbol americano, convertir a los fans del deporte en Colorado en seguidores de los Rockies y vender boletos sin gastar demasiado dinero.
Ese primer equipo de los Rockies, le dijeron a Gebhard, no debía superar los $8 millones en salarios para los jugadores, aunque la mayoría de los otros clubes contaban con cerca de $55 millones y hasta cuando los Marlins de Florida—el compañero de los Rockies en la expansión del Béisbol de las Grandes Ligas en 1993—ingresó con un presupuesto aparentemente ilimitado.
“Esta es una ciudad futbolera. No sabíamos qué tanto atraeríamos”, Gebhard dijo. “Me lo dejaron muy en claro, querían que fuéramos tan buenos como pudiéramos y necesitábamos ganar”.
Ahora, mientras el club celebra su 30º aniversario este año, los Rockies siguen siendo una combinación de éxitos y fracasos. El equipo sí atrajo seguidores, muchos de ellos—e inmediatamente, con 4,483,350 boletos vendidos durante su temporada inaugural, demoliendo un récord en la liga que todavía mantiene. Siguen vendiendo boletos, muchos de ellos, en camino a superar los 2 millones de boletos vendidos otra vez este año, algo que han hecho cada temporada completa desde 2006.
Pero los Rockies han tenido mucho menos éxito en el campo, el único equipo entre los cinco deportes profesionales en Denver sin un campeonato.
De hecho, los Rockies han figurado entre los peores equipos de las grandes ligas. Desde el inicio de la era de expansión en 1961, los Rockies tienen el tercer peor récord en béisbol y nunca han ganado su propia división, mucho menos la Serie Mundial. Los Marlins, con el peor récord en ese período, han ganado sin embargo dos campeonatos de la Serie Mundial. Los Diamondbacks de Arizona, quienes ingresaron a la liga cinco años después de los Rockies y operan con limitaciones similares de medio mercado, ganaron una Serie Mundial en su cuarta temporada y han ganado su división cinco veces.
En un libro de contabilidad financiera, los Rockies son un éxito de riquezas desbocadas para los propietarios principales del club, los hermanos Dick y Charlie Monfort. Los Rockies ahora están valuados en casi $1.5 billones, según un cálculo de la revista Forbes. Desde que los hermanos Monfort forzaron la salid del propietario original Jerry McMorris en una oferta pública de adquisición en 2004, el valor del club aumentó 426 por ciento de $285 millones—superando por mucho el ritmo de las ganancias de cualquier inversión tradicional en el mercado bursátil.
Sin embargo, desde que Dick Monfort tomó las riendas como propietario administrador y la persona controladora principal del club en 2011, los Rockies han ganado solo un partido de las eliminatorias, una victoria por el comodín contra los Cachorros de Chicago en 2018. Durante los últimos 12 años bajo la dirección de Monfort, los Rockies llegaron a la postemporada solo dos veces y tienen el segundo peor récord en la grandes ligas, terminando con un récord ganador solo dos veces, pero ocupando el último lugar en su división cuatro veces.
Pronto terminarán otra vez en el último lugar de su división y, casi seguramente, en el fondo de la Liga Nacional, casi 30 partidos por detrás de los líderes de la división, los Dodgers de Los Ángeles, a mediados de agosto y para nada cerca de un puesto de comodín.
Los Rockies nunca han ganado más de 92 partidos en una temporada—pero están en camino a perder 100 partidos este año por primera vez en 30 años.
Los Rockies están de regreso a donde Gebhard empezó, todavía tratando de encontrar una manera de ganar. De alguna forma, siguen actuando como un equipo de expansión, perpetuamente intentando reponer un campo de jugadores de las ligas menores, gastando mucho en agentes libres establecidos y predicando el valor de elegir y desarrollar jugadores con dificultades para hacer ambas cosas.
Es difícil mantener a fans a la vez que se pierde
Quizás se esté acercando la hora de la verdad. Los Rockies por décadas disfrutaron de una fuente confiable de ingresos con ventas constantes de boletos y dinero por derechos televisivos excesivos. Esos días están menguando.
Antes del Día de Apertura en 1993, los Rockies dijeron que ya habían vendido 28,250 boletos de temporada. Esa emoción por los boletos continuó mientras se construía el estadio Coors Field, tanto así que los Rockies cambiaron los planes del estadio para aumentar la cantidad de asientos en 7,000, para un total de 50,000, con la adición de una tercera sección en el jardín. Con los años, esos asientos vieron cada vez menos fans y terminaron convirtiéndose en peso muerto. En 2014, el club convirtió los asientos en una terraza para fiestas.
Los boletos de temporada parecen ser menos atractivos que en los primeros años del equipo. Los Rockies no publican cifras de las ventas de boletos de temporada, pero los asientos en la sección más baja detrás del plato y de las casetas de los equipos con frecuencia están disponibles fácilmente el día de los partidos. Los fans que original y entusiásticamente invirtieron en la promesa de los Rockies se han hecho mayores y desvanecido. Y una nueva generación de seguidores que solo han conocido a los Rockies como los perenes habitantes del sótano parecen estar menos entusiasmados de perder dinero en boletos de temporada.
Los Rockies, con el peor récord en la liga, han observado una reducción en la cantidad de espectadores esta temporada, perdiendo su puesto regular entre los 10 equipos con más espectadores en el béisbol. Sin embargo, los Rockies siguen jugando ante multitudes, sin importar lo casuales que sean esos espectadores. Coors Field ha vendido un promedio de más de 32,000 boletos por partido esta temporada, con multitudes a la par, ocupando el 13º lugar en las grandes ligas, mejor que varios equipos dirigidos a las eliminatorias, incluidos los Gigantes de San Francisco y los Rangers de Texas.
“Los Rockies no son muy buenos”, un seguidor frecuente dijo la temporada pasada, “pero son el mejor béisbol en por lo menos 600 millas. Así que si quieres ver que se juegue béisbol a un nivel bastante alto, por lo menos puedes venir y ver al otro equipo”.
Su audiencia televisiva es otra historia totalmente. En 2022, las transmisiones de los Rockies ocuparon el tercer lugar más bajo en las grandes ligas, por arriba solo de los Atléticos de Oakland y los Marlins de Miami, según las cifras sobre televidentes de Nielsen Media. Los Rockies en el canal AT&T SportsNet (ATTSN) Rocky Mountain con frecuencia figuran entre los equipos con audiencias de TV más bajas en la liga.
Y los Rockies pronto podrían perder su hogar televisivo. En febrero, Warner Brothers Discovery, la compañía matriz de ATTSN, le dijo a la MLB que quiere salirse del negocio de los canales de deportes regionales. A diferencia de la NFL, en donde todos los tratos de TV son nacionales y se negocian directamente con la oficina central de la liga, la MLB opera más localmente con muchos de sus tratos de TV. Los canales regionales que transmiten los partidos a nivel local negocian sus tratos directamente con los equipos. Y para algunos equipos, ese dinero puede ser lucrativo.
En Colorado, solo este año, los Rockies recibirán alrededor de $57 millones como parte de un trato multianual con ATTSN que empezó en 2019. Con Warner buscando salirse de ese trato, los Rockies podrían quedarse plantados sin ese dinero. Warner quiere negociar una manera de salirse de sus tratos con canales de deportes regionales, incluido con el de los Rockies, en medio de un entorno cambiante de deportes televisados y pérdidas de ingresos relacionadas con “cortar el cable”. Si Warner no puede renegociar, la compañía ha sugerido que se declarará en quiebra y simplemente se saldrá.
Si quieres ver que se juegue béisbol a un nivel bastante alto, por lo menos puedes venir y ver al otro equipo.
— Cita de un fan que se incluyó en un artículo en The Athletic en 2021
En San Diego y Arizona, los tratos de TV de larga duración de los Padres y Diamondbacks con Diamond Sports Group terminó abruptamente a principios de esta temporada después de que la difusora declarara bancarrota. La MLB luego se hizo cargo de las transmisiones de esos equipos y los transmitió temporalmente en otros canales, ofreciéndolas en el servicio interno para hacer streaming de la liga.
Si Warner cumple sus amenazas, los Rockies probablemente tendrán una pérdida similar en los servicios de cable, probablemente antes de la próxima temporada. La MBL ha dicho que está preparada para hacerse cargo de cualquier y toda transmisión regional y de moverla a su servicio para hacer streaming.
Pero el problema es este. En el pasado, los fans de los Rockies con paquetes de cable en Colorado podían sintonizar un partido sin pensarlo dos veces. Esas transmisiones solo aparecían como parte de un paquete de cable y los partidos siempre estaban disponibles, de forma confiable. Sin embargo, los fans pronto tendrán que comprar activamente las transmisiones de los Rockies. La MLB cobra $19.99 al mes para transmitir en línea los partidos de los Padres y Diamondbacks.
No solo los Rockies podrían dejar de recibir los ingresos planeados de sus derechos televisivos, sino también parece que pronto tendrán que persuadir a sus seguidores de pagar más para ver sus partidos en TV—un venta difícil para un equipo que se dirige a terminar la temporadacon 100 partidos perdidos.
30 años de dilemas en la caseta
Su incentivo para ganar solo aumentará. Pero los Rockies raramente han mantenido el éxito en el campo, afectados tanto por las desventajadas integradas que ningún otro equipo debe enfrentar como una ola de errores no forzados.
Detrás de los Bombarderos de Blake Street—Vinny Castilla, Dante Bichette, Andrés Galarraga y la próxima adición al Salón de la Fama Larry Walker—los Rockies llegaron a la postemporada en solo su tercer año, la temporada acortada por el paro laboral en 1995. Durante años después, mientras el club iba cayendo más y más en el sótano, el club desplegó orgullosamente un cartel en el jardín de Coors Field celebrando ese puesto de comodín. La tradición toma tiempo.
Regresaron a la postemporada 12 años más tarde, a finales de la carrera de Todd Helton. La era de seis años de Helton durante la primera parte de los años 2000 lo convirtió en uno de los mejores jugadores de primera base, poniéndolo en camino al Salón de la Fama. Pero en esos seis años, los Rockies nunca terminaron más allá del cuarto puesto en su división y dos veces cayeron al último lugar. La mejor época de Helton se desperdició.
Sin embargo, esa temporada de 2007 fue especial. Los Rockies ganaron 14 de sus últimos partidos finales en la temporada para ganar un lugar de comodín. La racha incluyó una emocionante victoria en el partido número 163 contra los Padres de San Diego que culminó en frenesí cuando Matt Holliday se deslizó en el plato en la 13ª entrada.
Por un mes, los Rockies parecían ser imparables. Ganaron 21 de 22 partidos para llegar a la Serie Mundial, barriendo a los Filis de Filadelfia y a los Diamondbacks de Arizona para ganar el trofeo de la Liga Nacional, su primer trofeo significativo. Pero después de una larga espera para empezar la Serie Mundial, los Medias Rojas de Boston los barrieron a ellos, ganando fácilmente antes de celebrar frente a los fans de los Rockies en Coors Field.
“Roctubre”, como se terminó conociendo, fue una de las mejores rachas en la historia del béisbol. Pero ese éxito duró poco. La temporada de 2007 probó ser más un rayo en botella que una prueba de concepto. Un año después, no lograron llegar a la postemporada regresando nuevamente a su récord perdedor. En 2009, detrás de la mejor lista de jugadores en su historia, ganaron 92 partidos, un récord para el club. Pero no llegaron, por poco, a ganar su división, teniendo que aceptar un puesto de comodín para luego ser eliminados de la Serie de la Liga Nacional por los Filis de Filadelfia.
De izq. a der.: Todd Helton celebra el out final contra los Diamondbacks de Arizona para enviar a los Rockies a su primera—y única—Serie Mundial en 2007. La escena en la siguiente fotografía es del equipo celebrando después del out. Matt Holiday se desliza para anotar la carrera ganadora contra los Padres de San Diego en un empate por el comodín y enviar a los Rockies a la serie eliminatoria. (David Zalubowski y Eric Gay, fotografías archivadas de AP)
Regresaron a deambular por el desierto nuevamente por siete años más, con solo una temporada ganadora entre 2010 y 2017.
Luego, los Rockies contrataron a Bud Black como su mánager. El mánager perdedor de los Padres en el partido 163 que rompió el empate en 2007 llegó a Colorado y cambió el destino del club.
Como un exlanzador ganador de la Serie Mundial para los Royales de Kansas City, Black ayudó a fortalecer un grupo de lanzadores jóvenes y competentes, con la mejor rotación en la historia de los Rockies. Se ganaron otro puesto de comodín en 2017 antes de perder contra los Diamondbacks. Y en 2018, empujaron a los Dodgers a un partido 163 para romper el empate, antes de perder en Los Ángeles y terminar en segundo lugar de la división.
Surgió esperanza. Kyle Freeland, el zurdo nacido en Denver, terminó en el cuarto lugar en la votación por el Cy Young de la Liga Nacional para el mejor lanzador de la liga en 2018, solo en su segunda temporada. El venezolano derecho Germán Márquez fue uno de los mejores lanzadores en la liga en la segunda parte de la temporada. Jon Gray, elegido número 3 en la ronda de selección, y Antonio Senzatela completaron su rotación.
Un humidificador no puede resolver todos los problemas
Pero ser el lanzador en Coors Field es una labor cruel. Antes que llegara el béisbol de las grandes ligas a Denver, Bart Giamatti, entonces presidente de la Liga Nacional, contrató a un profesor de Yale como el físico oficial de la liga a cargo de determinar si el juego podía funcionar a una milla del nivel del mar. Sabían, antes del primer lanzamiento, que las pelotas de béisbol volarían más lejos en el aire menos denso.
Y las pelotas volaron. En 1996, los Rockies destruyeron un récord de la Liga Nacional al anotar 658 carreras en Coors Field—más de 8 carreras por partido, en promedio—más de 40 carreras más que el récord de la Liga Americana, alcanzado por los Medias Rojas en 1950.
Todas esas carreras significan más hits. Y más hits significan más lanzamientos. Y más lanzamientos terminan desgastando un brazo más rápidamente. Si a un lanzador abridor lo sacan rápidamente en la cuarta entrada y los Rockies necesitan cinco relevos para terminar el partido, aunque ganen, el próximo día su grupo de lanzadores estará sin menos jugadores, lo cual empeora el problema y, al final de una larga serie en casa en Coors Field, los problemas habrán aumentado y todos los lanzadores estarán exhaustos. Y luego tendrían que ganar de visitantes.
Un humidificador innovador instalado en el sótano de Coors Field antes de la temporada de 2003 ayudó a prevenir que las pelotas se endurecieran y secaran, lo cual resultó en menos hits y carreras a lo largo de una temporada. Y los Rockies elevaron sus cercos en 2016 para tratar de reducir los jonrones. Aun así, Coors Field sigue siendo un estadio para los bateadores extremos.
“Desde el principio, ese fue un problema del que hablamos, cada año que estuve ahí”, Gebhard dijo. “Es difícil armar un equipo. Es difícil conseguir agentes libres. Lo entiendo”.
Esa rotación prometedora que llevó a los Rockies a avanzar dos postemporadas seguidas por primera vez en la historia del club terminó quedándose corta. Y a partir de entonces, la rotación se desmoronó. Márquez y Senzatela ambos tuvieron una cirugía de reconstrucción Tommy John en el codo este año. Gray firmó un trato como agente libre con los Rangers de Texas y se dirige a la postemporada con otro equipo. Los Rockies figuran otra vez entre los peores equipos en la liga.
Tener que jugar tantos partidos en el aire menos denso de Coors Field es un desafío que ningún otro equipo en la liga enfrenta. Y la dificultad de los Rockies para mantener lanzadores de alto nivel es entendible.
También se tropiezan con sus propios pies.
Entre 2015 y 2020, los Rockies gastaron más de $300 millones para firmar agentes libres. Pero esos 19 jugadores colectivamente contribuyeron menos, estadísticamente hablando, que los jugadores promedio de reemplazo en las ligas menores.
Ninguno de sus agentes libres más costosos desde 2017 ha logrado apoyar a los Rockies. Contrataron a Ian Desmond (por cinco años, $70 millones), un parador en corto convertido en jardinero, para jugar como primera base. Jugó tres temporadas y bateó solo un .252, muy por debajo del promedio de la liga según las cifras modificadas por estadio. Contrataron al cerrador Wade Davis (por tres años, $52 millones), quien después de liderar la liga en partidos salvados en 2018, vio su promedio de carreras ganadas subir a 8.65 y luego a 20.77. Se deshicieron de él.
Entonces contrataron al MVP de los Cachorros de Chicago Kris Bryant en 2022 por siete años y $182 millones. “Tantas cosas sobre esto se sienten muy, muy correctas”, dijo en ese entonces el dueño de los Rockies Dick Monfort. “Estamos extremadamente emocionados de tener a Kris con nosotros por los próximos siete años para ayudarnos con esa evasiva Serie Mundial que todos estamos esperando”.
Pero en dos años, molestado por lesiones, Bryant ha jugado en solo 107 partidos y bateado 13 jonrones. Su impacto ha sido leve. Todavía no lidera al equipo para salir del último lugar.
Caprichos en la oficina principal
Mientras que jugadores, algunos de ellos estrellas y candidatos a MVP, han venido y se han ido, la oficina principal de los Rockies se ha mantenido mayormente intacta.
Solo cuatro gerentes generales han dirigido sus operaciones de béisbol en tres décadas, primero Gebhard, luego Dan O’Dowd, ambos contratados por McMorris, el dueño original. En 2014, Dick Monfort se enfocó internamente e instaló a Jeff Bridich, quien había empezado a trabajar con el club una década antes. Después de que Bridich y Monfort supervisaran el intercambio del favorito de los fans Nolan Arenado a los Cardenales en 2021—considerado aproximadamente uno de los peores intercambios en la historia del béisbol—Monfort despidió a Bridich y lo reemplazó con Bill Schmidt, quien empezó con el club en 199 como cazatalentos.
Ha habido pocos cambios en la cima. El año pasado, cuando los Rockies buscaban una nueva perspectiva para ayudar con el desarrollo en las ligas menores, contrataron a su exmánager Clint Hurdle quien se había retirado.
Cuando el querido expresidente del club, Keli McGregor, falleció en 2010 después de que un virus inusual infectara su corazón, el club eligió no reemplazarlo. Dick Monfort esencialmente ocupó ese puesto en su lugar.
“Son unas de las oficinas principales más raras con las que interactuamos”, el ejecutivo de un equipo rival dijo en 2021. “Mi sentimiento es que están muy aislados”.
La voz más constante en Coors Field ha sido la de Monfort. Heredó una fortuna del empaque de carnes de su padre, Ken. Pero también tomó de su padre una filosofía empresarial, la cual describe en la biografía “Los zapatos de Kenny”. En ella, el hijo Monfort mayor habla sobre confiar en sus instintos y no dejarse influenciar por factores externos.
En sus 12 años como dueño principal y director ejecutivo, Dick Monfort ha observado a sus Rockies caer entre los peores equipos en las grandes ligas, casi 200 partidos por debajo de .500 a lo largo de ese período.
Pero su filosofía jamás ha titubeado.
“Creo que tu objetivo tiene que ser que cada septiembre estés jugando partidos significativos”, Monfort dijo en 2014. “Realmente ese es nuestro objetivo. Y eso es realista. Tenemos que seleccionar bien, tenemos que desarrollar bien y luego creo que podemos participar en esta situación en la que cada año lo estamos haciendo”.
Pero no lo están haciendo. Raramente han tenido relevancia en septiembre, mucho menos en octubre.
No han seleccionado a un jugador estrella desde Trevor Story en 201—y Story, al final, estaba ansioso por dejar al equipo y convertirse en agente libre.
Son unas de las oficinas principales más raras con las que interactuamos. Mi sentimiento es que están muy aislados.
— Un ejecutivo rival sobre la organización de los Rockies en 2001
Schmidt, quien supervisaba el proceso de selección de los Rockies antes de convertirse en el manager general, hizo un buen trabajo seleccionando a bateadores novatos, como Arenado, Story, Charlie Blackmon y Ryan McMahon, entre otros. Pero Schmidt tuvo un desempeño mucho peor seleccionando lanzadores, usando selecciones de primera ronda en Mike Nikorak (nunca llegó a las grandes ligas), Riley Pint (una aparición) y Robert Tyler (nunca llegó a las grandes ligas).
Y ya que los Rockies están casi fuera del mercado para contratar a agentes libres—¿por qué elegiría un lanzador jugar en Coors Field?—y ya que les ha sido difícil desarrollar brazos jóvenes, se han quedado con muy pocas opciones para reponer su personal.
Desde 2010, los Rockies han tenido solo un lanzador abridor estrella, Márquez in 2021. En este momento, los Rockies tienen un sistema semillero que la mayoría de los evaluadores clasifican como promedio o ligeramente mejor que el promedio, pero con demasiados golpeadores y pocos brazos.
Esto, parece, siempre ha sido el destino de los Rockies.
Mientras tanto, fueron lentos en adaptarse a tecnologías de selección más avanzadas y operaron con los departamentos de datos y análisis más pequeños en las grandes ligas, un grupo que se redujo a solo una persona después de la temporada de 2020 acortada por la pandemia.
Suelen no gastar mucho en agentes libres internacionales, y en lugar eligen buscar jugadores jóvenes de menos valor y menos costosos al margen.
Las ideas creativas vienen y van. Han experimentado y fracasado con varias estrategias a lo largo de los años: una rotación de lanzadores caballito en 2012, una estrategia de lanzamiento sinkerball estilo Aaron Cook que costó un ojo de la cara por agentes libres (Mike Hampton y Denny Neagle) y dependieron de la defensa (un campo lleno de Guantes de Oro que en su momento incluyó a Arenado, Story y DJ LeMahieu).
Coors Field quizás sea su desgracia, pero los Rockies terminaron por adoptar una estrategia que a veces evita totalmente el rompecabezas. Lo hacen a su manera, buscando simplemente ser mejores que los otros equipos, en general.
“Pero esa no es una estrategia, es una redundancia”, Sam Miller escribió en Baseball Prospectus a principios de este año. “Todos están intentando hacer eso”.
Los hermanos Monfort presionan para controlar al equipo
Según los estándares de las oficinas de la liga de béisbol, los Rockies son un equipo ideal. Atraen grandes audiencias. Juegan en un estadio hermoso construido para durar. Gastan dinero en agentes libres. Tienen solvencia financiera y nunca tienen deudas. La estructura de sus propietarios evitan dramas o problemas.
Por eso el comisionado Rob Manfred nombró a Monfort como presidente del comité laboral de la MLB durante el bloqueo de jugadores el año pasado. Monfort ocupa un espacio medio entre los dueños de clubes de béisbol, capaz de cubrir la brecha entre los que gastan mucho en mercados mayores (los Yankees de Nueva York, los Dodgers de L.A.) y los tacaños en mercados más pequeños (los Orioles de Baltimore, los Rays de Tampa).
Pero, desde sus primeros años, los Rockies estaban en problemas. El entonces gobernador de Colorado Roy Romer y un abogado de Denver de nombre Paul Jacobs encontraron dos socios empresariales en Ohio, Mickey Monus y John Antonucci, para invertir en un nuevo equipo.
No duraron mucho. A Monus lo terminaron encontrando culpable de desfalcar $10 millones de una compañía farmacéutica y él y Antonucci fueron reemplazados por un trío que incluyó al magnate de camiones Jerry McMorris, al negociante de uranio Oren Benton y al vástago de empacadores de carne Charlie Monfort.
A McMorris, el dueño principal, lo presionaron para que se saliera a principios de los años 2000 después de que su compañía de camiones se fuera a la bancarrota en 1999. Charlie Monfort luego persuadió a su hermano, Dick, para que se uniera al grupo propietario. Dick, quien nunca ha sido un inversionista ferviente del béisbol, lentamente reunió más acciones y poder, reemplazando a McMorris como el punto principal de contacto del club, y luego superando a Charlie como el mayor inversionista del club. Con el tiempo, Dick Monfort compró las acciones de McMorris, Fox Sports y KOA.
A Charlie Monfort, con una reputación de alguien que sabe de béisbol, lo empujaron al fondo alrededor de 2013 después de un segundo arresto por conducir ebrio.
Los hermanos Monfort juntos son dueños de más del 75 por ciento de los Rockies, y Dick controla una porción mayor, calculada con base en información, declaraciones e historias disponibles públicamente. El resto del plato se divide entre una compañía de responsabilidad limitada propiedad de Jay Stein, de la familia de Stein Mart, quien compró la parte original de Coors; The Denver Post y el dueño de su fondo de cobertura, Alden Global Capital; el distribuidor de bebidas Marne Obernauer Jr.; y, la dueña de una compañía de construcción Linda Alvarado. Los Rockies no divulgan su estructura de propiedad y se rehúsan a hacer comentarios específicos sobre ella.
Aunque ninguna persona es dueña de una parte mayoritaria de los Rockies, una oferta pública de adquisición no parece ser muy probable.
Antes que el expropietario de los Broncos Pat Bowlen falleciera en 2019, su intención era heredarle el equipo a sus hijos. Pero una rivalidad entre las hijas de Bowlen por el control del equipo resultó en demandas legales y una ruptura del fideicomiso de Bowlen. Los fideicomisarios terminaron por vender el equipo a un grupo liderado por Rob Walton, un heredero de Walmart.
Dick Monfort, de 69 años, ya posicionó a los Rockies para evitar cualquier pelea familiar en el futuro Como propietario controlante, presidente y director ejecutivo, Monfort instaló a sus dos hijos en puestos de alto nivel dentro del club.
Walker Monfort, de 35 años, trabaja como vicepresidente de sociedades corporativas, un puesto que ha ocupado por nueve años, incluido en 2014 cuando un evento para regalar camisetas de Troy Tulowitzki patrocinado por King Soopers deletreó mal el apellido del parador corto “Tulowizki”.
A Sterling Monfort, de 32 años, lo ascendieron a director de cazatalentos profesionales el año pasado, a pesar de una obvia falta de experiencia para el puesto. Muchas personas con experiencia en operaciones de béisbol cuestionaron su ascenso a ese puesto de tan alto nivel.
Pero su padre aparenta estar preparando a futuros propietarios. Después de los problemáticos resultados del intercambio de Arenado hace dos años, Dick Monfort dijo informalmente:
“He pensado en despedirme a mí mismo”. Quizás eso fue sarcasmo. Pero Monfort ha dicho repetidamente que no tiene ninguna intención de vender a los Rockies.
Bello estadio, feo béisbol
Ningún otro equipo profesional en Denver está atado a la vida cívica de la ciudad como los Rockies. La existencia misma del equipo se debe solo a la generosidad de los coloradenses.
Denver, de alguna forma, nunca debió haber tenido un club beisbolero. Las Grandes Ligas de Béisbol no buscaron a la ciudad con un plan maestro de expansión para aumentar ganancias. No, Denver tuvo que rogarle a los poderosos del béisbol para convencerlos de que un antiguo y olvidado pueblo petrolero estaba listo para las ligas mayores.
Para hacer eso, la ciudad—y, eventualmente, el estado—logró obtener a la fuerza una promesa, a veces engañosa, de comprar y construir un estadio de béisbol para los Rockiers. La MLB impuso eso como una condición de la expansión. Si no hay un estadio, no hay un equipo.
Así que el Distrito Metropolitano del Estadio de Béisbol de las Grandes Ligas de Denver se formó con siete condados del área metropolitana de Denver en 1991 para financiar la construcción de Coors Field.
El grupo inicial de propietarios de los Rockies pagó $95 millones por el equipo. Los contribuyentes de Colorado pagaron más del doble de esa cantidad, más de $200 millones, para regalarles un estadio a esos propietarios.
Aunque los Rockies han sido, en general, un equipo perdedor a lo largo de sus tres primeras décadas, Coors Field ha tenido un éxito desenfrenado. Hace tres décadas, el estadio ayudó a revivir una olvidada sección del centro de Denver. El estadio ahora es el tercero más antiguo en la Liga Nacional.
Mientras tanto, los propietarios del club siguen exprimiendo lo que pueden de la ciudad. En 2017, Dick Monfort se rehusó a firmar un nuevo contrato de arrendamiento en Coors Field y presionó al consejo del estadio hasta el último momento, antes de la fecha límite de renovación. La amenaza implícita, de la cual hacen uso los dueños de equipos en todos los deportes, es que simplemente pueden llevarse al equipo a otra ciudad más generosa. Los A’s de Oakland, por ejemplo, parece que cumplirán su promesa de mudarse a Las Vegas.
El consejo del estadio cedió y en 2017 Monfort renovó el contrato de arrendamiento de los Rockies por 30 años más. A cambio, el distrito del estadio le arrendó una valiosa parcela de tierra al otro lado de la calle del estadio. Usó ese espacio para construir McGregor Square.
Así que Monfort ahora se beneficia de dos supremos lotes en medio de Denver solo con la promesa contractual de cuidar de Coors Field con mejoras anuales.
La idea de que los equipos deportivos existan bajo el auspicio del público es una noción dudosa. Los Rockies son una empresa privada, cuyo objetivo principal es producir dinero, no ganar partidos. A diferencia de una biblioteca o un departamento de bomberos, los Rockies no le proporcionan a Colorado ningún bien público directo.
Pero los Rockies tampoco existirían si no fuera por la gente que vive en Colorado. Los fans del béisbol, esos devotos intensos que primero devoraron millones de boletos cuando el equipo todavía no era más que un nombre, son igual de responsables del nacimiento de los Rockies que cualquier inversionista.
A cambio, esos fans pueden jactarse de un estadio local de lujo, el pintoresco Coors Field, con paisajes inigualables para observar a un equipo perdedor.
Traducido por Alejandra X. Castañeda